Entre los efectos de esta crisis económica existe uno que se ha convertido en una tabla de flotación para muchas familias. Como consecuencia de la pérdida de empleo, de la pérdida de ayudas sociales para familias sin recursos, como consecuencia de la pérdida de la vivienda,…, la pensión se ha convertido en un pilar sobre el que sostener económicamente a una familia ampliada. Cada vez son más los que cohabitan en un mismo techo y son capaces de sufragar gastos básicos, con la ayuda impagable e inestimable de la pensión de los mayores.
Una realidad que este Gobierno parece olvidar, una vez más, y como tantas otras, cuando plantea formalmente su propuesta de reforma de las pensiones que va más orientada a cumplir los requisitos impuestos por nuestros acreedores (BCE, Comisión Europea y FMI) y los intereses de aseguradoras y dueños de sistemas de previsión privados (bancos y fondos de inversión) que las necesidades reales del sistema.
Un sistema de pensiones, que no puede abstraerse de la situación por la que estamos pasando, y que, por supuesto, necesita adaptaciones, pero que en ningún caso deben ser impuestas o resueltas fuera del marco general del que nos hemos dotado, los Pactos de Toledo, toda vez que se trata de un compromiso intergeneracional, un elemento cohesionador y un derecho subjetivo de las personas que no puede jibarizarse como más le plazca al gobierno de turno y con el objetivo a corto plazo de que le salgan las cuentas.
Aunque la ministra Báñez, todavía no ha desmigado de una manera completa la reforma que propone el gobierno del PP – casi seguro que nos asombra con una propuesta estrella – la delimitación de un mínimo (0,25) y un máximo (IPC+0,25), como horquilla en la que se debe mover las futuras subidas de las pensiones reflejan la apuesta clara por la pérdida de poder adquisitivo de una manera constante.
Dos reflexiones que no debemos olvidar como trabajadores/as:
¿debemos consentir que desliguen totalmente el sustrato que fundamenta la base jurídica de una pensión que deviene de una contribución a lo largo de la vida laboral de una persona y que no es otro que un salario diferido?
Si existe un máximo y un mínimo en una posible horquilla de subida, la experiencia …¿qué nos dice? Que siempre se intentará justificar la necesidad de ir a la mínima…. Y que sólo ante un horizonte electoral próximo se pueda valorar otro tipo de subida.
Cuestiones que debemos tener presentes, sin duda, para defendernos y no consentirque se tomen decisiones que nos perjudican, a sabiendas.
Por cierto, que anunciar a bombo y platillo que vamos a tener los mejores datos de empleo de agosto en una serie de más de diez años, y justificarlo con un incremento de 31 personas, pero decir con la boca pequeña que han sido 100.000 las pérdidas de cotizantes en la Seguridad Social es muy grave y preocupante. No es posible configurar una realidad paralela.
Por mucho que exista interés por dibujar una mejoría en el empleo, desgraciadamente el empleo sigue sin dibujar una senda positiva. Esta reforma laboral no sirve para crear empleo.
Paco F. Sevilla.
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