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19 de septiembre de 2013

Hace 38 años se levantaba lo que ahora cae



Las cosas que ocurren en España cada día, cada semana son tan extraordinarias que si se enumeran y se ponen en relación unas con otras dibujan un panorama que asusta o preocupa a cualquiera, piense como piense y tenga los intereses que tenga. Han confluído dos procesos de crisis, la crisis económica nacida del gran robo financiero norteamericano derrumbó el edificio de la economía española y el sistema político e insititucional español está caducado y podrido.
El pronóstico desde la izquierda tradicional sería que, dada la gravedad de la crisis y ante las consecuencias de la política antisocial, paro, empobrecimiento de la mayor parte de la población y recorte de la protección social, los sectores sociales más castigados se rebelarían, el descontento social estallaría en una crisis política que derribaría al Gobierno y su politica. Pero nada de eso ha ocurrido y no parece que vaya a ocurrir. Se ve que no existe ese sujeto político con conciencia de clase capaz de tumbar esta política, es evidente que esta sociedad es muy distinta a la de hace treinta o cincuenta años y que los análisis y previsiones que se hagan desde la ideología de la izquierda que sale en los libros de historia no van a aclarar nada ni a ser actuantes.
Sin embargo, es evidente que el edificio institucional y político español sí está en una crisis total. Hay quien cree que es la crisis económica la que pone en cuestión el sistema político, yo creo por el contrario que la gravedad de la crisis económica y social es tal que la sociedad reacciona encogida por el miedo a que todo empeore y hace que modere sus críticas, la crisis la hace más conservadora. Sin duda eso beneficia al Gobierno actual.
Realmente, la sociedad española quisiera que la política española hubiese dialogado más y llegado a un entendimiento en su momento con la política catalana. El candidato Rajoy no habría reunido hoy esos cuatro millones de entusiastas firmas contra Cataluña que afirmó recoger y no se habría seguido tan alegremente la consigna de boicot. Puede que Alfonso Guerra no hubiese presumido de su cepillo parlamentario y que el propio PP no hubiese recurrido el Estatut ante el tribunal, aunque nunca se sabe en cuanto al grado y la irresponsabilidad del nacionalismo españolista.
Realmente, la sociedad española preferiría que el presidente Rajoy y el PP hubiesen reconocido de una vez y hace meses que se forraron décadas con sobres de dinero negro y que el Gobierno y su presidente apareciesen ahora relativamente limpios, perdonados y con autoridad moral. Realmente la sociedad española se sentiría muy confortada si no se estuviese gobernando con un programa político tan ideológico y derechista que crea división social y conflictos donde no los había. Realmente la sociedad española estaría encantada de que el PSOE hubiese limpiado antes sus bajos en Andalucía y que hubiese celebrado a tiempo unas elecciones primarias y ofreciese ahora a la sociedad española una dirección renovada y un candidato con autoridad moral y liderazgo. Realmente la sociedad española no mostraría entusiasmo monárquico pero respiraría aliviada de ver que la Casa Real no fuese ese espectáculo y apareciese como una institución sensata, cercana a la gente, limpia y útil. Realmente la sociedad española habría firmado por otra década con el tinglado monárquico y bipartidista, sobre todo en este tiempo de inseguridad.
Pero nada de eso ocurre. Una sociedad conformista, conservadora y que todavía tiene el miedo en el cuerpo, aunque no lo diga, como es ésta se ve en una situación desesperada, no le permiten vivir tranquilamente como desearía y tiene que tragar esta realidad: un Estado que se cae a pedazos, una realidad que se cae a pedazos. Una realidad institucional, política e ideológica que nació en el año 1975 y que, como todo nacimiento, llegó entre sangre y heces, me refiero a los fusilamientos del 27 de Septiembre y a la tétrica agonía del Caudillo dos meses después. Los fusilamientos sentaron las bases del futuro, Franco y su Ejército imponían sus condiciones,un sucesor y unos límites. A partir de ahí y sobre esa base hubo forcejeos, negociaciones y pactos que levantaron este edificio que podrido de aluminosis. Lo que tenemos delante cada día, esta actualidad confusa y convulsa, es la Historia.

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