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17 de octubre de 2013

Los pilares de UGT


Nacho Molina Arroyo. Miembro Comité Empresa Consejería de Agricultura y Pesca. Sevilla. Ex Secretario de Comunicación e Imagen. Unión Provincial UGT-Sevilla
Cuatro son los pilares sobre los que se asienta cualquier estructura que queramos que se conserve de pie, y pueda seguir creciendo. Puede parecer simple, pero precisamente eso es lo que garantiza la estabilidad. Puede incluso, que la falta de uno de ellos, la sostenga. Cambiadas de posición tres patas pueden sostener una mesa. Pero ¿y dos? ¿Podrían dos patas sostener una mesa?
Estoy situando la cuestión, Ahora entramos en materia: soy militante de UGT desde 1985, he visto crecer –que no nacer– y desarrollarse a la UGT durante estos casi 30 años. Y había cuatro patas que sostenían aquella pequeña estructura, pero eran sólidas, y permitieron que el edificio, el proyecto, la estructura, creciera sobre buenos pilares.
En primer lugar la participación, los debates, la confrontación de ideas. Aquellas sesiones de debate congresual, en las comisiones de trabajo, en los comités, en las asambleas, para al final terminar decidiendo entre todos en escrupulosa votación democrática la opción más apoyada. Entonces todo el mundo podía intervenir –en su ámbito correspondiente, claro está– sin necesidad de recabar la firma de un por ciento de asistentes para poder hacer uso de la palabra. Había cauces claros de participación –que se ramificaba sectorialmente de manera ejemplar: mujer, juventud, inmigración, jubilados, ecologismo, cultura, etc–, la decisión colectiva no estaba encorsetada, compactada, mediatizada, no era un grupo de notables, en mesas separadas, el que decidía. La dirección ejecutaba lo que la totalidad acordaba. Y en ese marco de debate plural la renovación era una realidad, y los relevos, tan necesarios, frecuentes. Y la información de todos era para todos. Entonces asumir una responsabilidad era un sacrificio personal, familiar, económico… y hasta en huelgas ajenas a tu sector o empresa se participaba activamente. Ese es un pilar fundamental, la democracia interna.
En segundo lugar la audiencia electoral. Crecer en las empresas, conquistar el espacio electoral, conformar comités de empresa, promover elecciones, conseguir candidaturas, atender a esos nuevos afiliados que asumen responsabilidades, formarlos, prepararlos. Organizar esos procesos, llevar el sindicato a las fábricas, a los polígonos, a los comercios, es fundamental. Perder la cuota de presencia sindical por no ser capaz de promover, ganar y mantener los resultados de las elecciones sindicales, es un suicidio a medio plazo. Y una irresponsabilidad grave. Ese es otro pilar fundamental, el sindicato en la calle.
En tercer lugar la negociación colectiva. Precisamente ahora que la han descafeinado, desvirtuado, acotado. Precisamente ahora más que nunca recuperar la fuerza del convenio. No solo el de empresa. La negociación colectiva lleva extendida a lo ámbitos superiores –acuerdos nacionales, procesos de concertación, pactos autonómicos, mesas con la patronal– muchos años y produciendo frutos. Ahora la situación es crucial. La reforma laboral del PSOE la dejó gravemente tocada y la del PP la ha destrozado, necesitamos recomponernos y defender con uñas y dientes lo que nos han quitado. En el convenio, tercer pilar, está nuestra fuerza.
Y por último los servicios jurídicos. Mantener un cuerpo de laboralistas eficaces, bien pertrechados, con estructuras y personal de apoyo suficiente y cualificado. Y bien coordinado. Su misión de corregir las injusticias, los abusos, los desmanes empresariales en el ámbito de la jurisdicción social es fundamental para que los trabajadores en general y nuestros afiliados en particular sientan la capacidad de la organización de atender sus dificultades. Ese último recurso, pero contundente y eficaz, que supone un buen servicio jurídico es el cuarto pilar.
Si lo trufamos todo con equipos en la dirección de hombres y mujeres comprometidos, plurales, de ética intachable, honestos, y unos recursos humanos bien dirigidos y organizados ya tenemos los ingredientes necesarios para que el edificio crezca mucho tiempo.
Si quitamos una pata, puede que se mantenga en pie. Ya lo hemos visto. Pero si perdemos la segunda pata. ¿Qué puede ocurrir entonces?

1 comentario:

Unknown dijo...

No podemos permitir que se caiga ninguna "pata". Si no, finalmente se acabará cayendo la "mesa". Habrá que mandarla a reparar o cambiarla, y no dejar la "mesa" en manos de malos "carpinteros"

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