El plan determina entre otras cosas la aplicación de nuevas reválidas obligatorias al final de la ESO y del Bachillerato y la introducción de un nuevo sistema de segregación temprana del alumnado ya desde los 13 años. Más gente hacia la FP y a menor edad. Además, tras la reválida en 2º de Bachillerato, la universidades pueden decidir si realizan o no pruebas de acceso a sus centros.
Todo esto lo que significa en realidad es el adiós a la igualdad de oportunidades, la discriminación flagrante argumentando premios al esfuerzo y reconocimiento a capacidades diferentes. Pero en realidad se trata de enmascarar una segregación pura y dura, segregación que incluso "santifica", nunca mejor dicho, la separación por sexos en aquellos colegios que así lo tengan establecido o lo quieran establecer.
Si a esto le añadimos la subida de las tasas universitarias y la disminución del número de becas, el resultado es que este PP nos devuelve, en el año 12 del siglo XXI, a las cavernas de los años 70 del pasado siglo, cuando el franquismo todavía campaba por sus respetos en nuestro país.
Esta reforma educativa significa que los hijos de familias con escasos medios que tengan riesgo de fracasar en sus estudios, fracasarán. Que los que tienen dinero y mejores recursos para reforzar a sus hijos superarán dificultades que los pobres no podrán superar. A estos últimos se los comerá la rueda de la pobreza y pagarán en su futuro las dificultades económicas y formativas de sus padres.
Es decir, como en tiempos del franquismo. De nuevo quienes no tengan medios dependerán de la voluntad y el esfuerzo de sus padres y no de la igualdad de oportunidades. Volvemos a los tiempos en que quien tenía dinero salía adelante y el que no, si lo hacía, era un milagro. Mis hermanos y yo, por ejemplo, fuimos de los pocos niños que tuvimos estudios en la zona de la provincia de Málaga donde crecimos. Y los tuvimos porque mi madre se empeñó en ello. Porque ella tenía claro que teníamos que salir de allí, porque lo contrario significaba estar condenados de por vida.
La reforma educativa que ha decidido el gobierno del PP nos devuelve a las catacumbas de nuestra propia historia. Y además, como siempre, tienen la cara dura de disfrazarlo de mejora porque en el anteproyecto se potencian el inglés y las nuevas tecnologías. Solo faltaría que no fuera así en los tiempos que corren.
El desmontaje sigue. Conquistas que costaron muchos años de lucha están siendo laminadas por un gobierno sometido al FMI, el BCE y las políticas neoliberales por un lado, y convertido en triste títere de la iglesia y los sectores más rancios del país por otro. Así, al atraco a nuestros bolsillos, suman ahora los recortes en materia de justicia (regresión en el aborto) y de educación. Jamás una mayoría absoluta fue utilizada con tanta saña, descaro y desparpajo para quitarle libertades a los ciudadanos.
M.P.
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