Que nuestro país tiene serias deficiencias en su modelo educativo es bien conocido. Que durante los últimos años, especialmente a partir de los gobiernos socialistas, los avances han sido muy significativos, también se sabe. Lo que menos nos conviene, hoy por hoy, es tener un ministro frívolo que convierta la educación en un arma arrojadiza.
Porque la educación no sirve para
españolizar a nadie, ni para
catalanizar, ni para hacer de nuestros hijos e hijas ciudadanos de un solo pueblo, sino que ha de tener sentido desde la universalidad de la instrucción y la globalización de nuestro pensamiento.
Porque las organizaciones de padres no son
peligrosos bolcheviques a los que demandar y calumniar, sino asociaciones que ayer fueron a la huelga porque sus hijos no tienen profesores suficientes y, en algunos casos, llevan un mes sin comenzar determinadas asignaturas.
Porque una buena enseñanza pública, dotada con suficientes medios, es garantía para que exista un
nivel formativo adecuado y compita al mismo tiempo la enseñanza privada con sus singulares fines.
Porque no podemos pasar de Educación para la Ciudadanía a
educación para una minoría, en la que la segregación de alumnos y alumnas sea subvencionada por los poderes públicos o el establecimiento de salidas confusas a aquellos que deberían ser ayudados a permanencer.
Porque no queremos un
ministro frívolo que se tome tan a la ligera, a golpe de declaraciones y titulares, algo tan importante como la educación de nuestros hijos, la mejora del modelo educativo, el establecimiento de unas bases nuevas para los a su vez nuevos paradigmas.
Porque lo peor que le puede pasar a la educación en España es tener
un gobierno conservador más pendiente de la diferenciación y el interés que en la universalidad y el fortalecimiento de los lazos que nos unen.
Lo que nos faltaba.
Wert para creer.
diarioprogresista.es
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