El mismo día que se ha conocido que uno de cada tres parados ya no
cuenta con ningún tipo de ayuda económica, el presidente de la patronal, Juan
Rosell, ha solicitado al Gobierno que recorte el importe y la duración de las
prestaciones por desempleo para ayajar el déficit público. Por supuesto, Rosell
no estima necesario ni subir los impuestos a las empresas ni acabar con el
rosario de desgravaciones y artificios contables que benefician a las compañías
españolas.
No, no es por ahí por donde apunta la tijera de Rosell, quien ha animado al
Gobierno a ser implacable y adoptar medidas "dolorosas y difíciles" (para los
trabajadores, claro) porque de los contrario, el nivel de déficit actual llevará
a España "al abismo, al precipicio y a la muerte".
Tan melodramática afirmación le ha realizado el patrón de los patrones en la presentación del informe sobre ´Libertad económica en el mundo´ en la sede de ´El Economista´, Rosell ha asegurado que el Gobierno "está en la sala de operaciones y sabe cómo está el enfermo", a lo que ha añadido que quizá sea el momento de "cortar" algo que nunca se ha cortado.
Pero no se refería, insistimos, al rosario de ayudas, subvenciones, descuentos fiscales, rebajas contributivas, estímulos a la contratación, vacaciones fiscales, exenciones de impuestos y demás zarandajas con que, Gobierno tras Gobierno, han ido mimando a la clase empresarial para intentar que se modernizase, que invirtiese en productividad, que investigase, que innovase, que construyese un tejido productivo que no descansase en la mano de obra barata, las ayudas públicas y el amiguismo.
Al contrario, Rosell no ha tenido una palabra de crítica o autocrítica al respecto. Tampoco ha analizado la composición de la deuda externa española, engordada primordialmente por las necesidades de financiación de empresas, bancos y particulares. Más parecería que, en una operación orquestada, se había convertido en heraldo de las negras noticias que el Ejecutivo piensa trasladar a la opinión pública, al parecer, utilizando el anestésico mes de agosto.
En efecto, si ayer era el ministro Guindos quien decía que había que presentar nuevas medidas de ajuste “en las próximas semanas” sin concretar más, por supuesto, hoy era el secretario de Estado para la Unión Europea (UE), Iñigo Méndez de Vigo, quien repicaba el mismo tambor insistiendo en que las nuevas reformas que anunciará el Gobierno serán "seguramente dolorosas y difíciles". Pero tampoco ha concretado nada, por lo que, una de dos, o el viceministro toca de oído y está de adorno en su departamento a días o semanas de presentar un paquete de medidas, o el viceminsitro juega con la opinión pública, considerando a los españoles niños a los que se asusta o premia con la llegada del lobo o los caramelos, según se porten.
Quien ha participado en esta campaña y sí se ha atrevido a fijar objetivos, o a impartir directrices, que esto nunca se sabe, ha sido Rosell. Quizás porque el sólo tiene que rendir cuentas ante una institución tan opaca como la CEOE y no está sujeto a penurias democráticas o elecciones abiertas, se ha permitido el lujo de señalar las áreas a recortar.
Entre las posibles medidas a considerar mencionadas por Rosell se encuentra la de revisar la prestación por desempleo. El dirigente patronal ve preciso analizar la duración y la cuantía de la prestación, al tiempo que ha considerado básico que ésta se ligue a la formación. "Si la gente está desempleada debe estar formándose", ha sentenciado.
En cuanto a la posibilidad de que se recorten sueldos e incluso empleo en el sector público, Rosell recordó que es una medida que se está barajando en otros países como Italia. A su juicio, en el actual momento económico, "cualquier medida debe ponerse sobre la mesa". Siempre que sean otros los que paguen las consecuencias, como ya ha quedado más que evidenciado.
Eso sí, ha pedido resignación. O tragaderas. Porque ha señalado que "debemos tratar de digerir las medidas de la mejor manera posible".
Diario Progresista
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